sábado, 30 de noviembre de 2013

La Dama de Las Tormentas (Parte III)

(Si aún no has leído el comienzo de este relato tienes la primera parte AQUÍ y la segunda AQUÍ)


 [...]

     Finalmente, todo ha terminado. Estaba cansado de esta escoria.
     Puedo imaginarlo —el general no parecía realmente interesado.— Fue mucho tiempo.
     Dos largos años ganándome la confianza de todos estos perros sarnosos, para poder acabar con el pequeño elegido y el futuro Gran Mago.
     Ahora que esas dos amenazas han sido eliminadas, serás recompensado.
     Ah sí, mi señor, mi recompensa es lo que me ha mantenido firme. Ja ja ja…

viernes, 29 de noviembre de 2013

La Dama de las Tormentas (Parte II)

(Primera parte AQUÍ)

   Estaba al límite de lo que su cuerpo era capaz de resistir, las oleadas de dolor eran cada vez más continuas e intensas, excepto en las piernas, donde no había nada desde hacía ya un rato, ni dolor, ni frío, ni calor… absolutamente nada…

     Sí —pensó—. Lo mejor será morir ahora, sin intentar luchar más, mejor darse por vencido ahora que notar como pierdes poco a poco todo tu ser, mejor que esta amargura…

   El sonido de unos pasos hizo que agudizara su oído y olvidase por completo lo que tenía en la cabeza. Si eran pasos amigos con suerte podría sobrevivir, sino, al menos sería rápido y no tendría que seguir deseando la muerte. 

jueves, 28 de noviembre de 2013

La Dama de las Tormentas (Parte I)

   Aquella mañana el aire era cálido y entraba suave por los grandes ventanales del templo de la Diosa Meeva. Los rayos de sol que atravesaban la cúpula se reflejaban en las motas del polvo arenoso tan típico de aquella región en verano, y se reflejaban creando un hermoso efecto de lluvia de oro que se perdía al entrar en las sombras. Sin embargo, el aroma que podía percibir no era el de la maravillosa brisa veraniega de las islas de Uhn-Nurr. Todo estaba inundado con un pesado olor metálico, herrumbroso, que se elevaba mezclado con el olor a sudor, cabellos húmedos, carne y también excrementos. El olor de la muerte, de cuerpos mutilados, desangrándose; el olor de las masacres… 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

La Reina (Parte IV)

Si aún no has leído el comienzo de esta historia, te lo recomiendo antes de continuar con esta lectura: Parte I - Parte II - Parte III

[...]

   El rey se encontraba sentado en una gran mesa, con varios libros abiertos sobre el arte de la guerra, antiguas batallas, y rodeado de velas casi gastadas. Siempre trataba de aprender cosas importantes, pero le resultaba muy difícil. Parecía preocupado y confuso, con unas ojeras marcadas que hacían parco favor a su rostro, el cual, tornó alegre al ver que era ella quien había abierto.

      ¿Qué haces aquí, mi amor? ¿Necesitas algo?
      Sí, sí… hay algo que quiero decirte… algo importante.

martes, 26 de noviembre de 2013

La Reina (Parte III)

Si aún no has leído las dos primeras partes, la primera la tienes AQUÍ y la segunda AQUÍ.

[...] 
   Se puso en pie y se acercó, el aroma del jazmín en su cabello y en su piel hizo que él, para tratar de percibir su olor, acortase tanto las distancias que ella tuvo que ir andando hacia atrás, alejándose, pero él la siguió hasta dejarla arrinconada en una esquina cercana a la chimenea. Cuando la mujer sintió la piedra cálida en la espalda le recorrió un escalofrío.

      Moira, por favor.
      No puedo… no puedo hacerle eso a mi rey.
      Puedo daros placer, y vos un heredero casi legítimo al reino.
      No… Drystan, dejadme…

   Él introdujo el dedo índice de su mano izquierda por dentro del escote del camisón, siguiendo el contorno de lado a lado. Ella trató de empujarle, pero con una habilidad que la pilló totalmente desprevenida, él no solo se libró del empujón, sino que ahora con una sola mano tenía sujetas las de ella sobre su cabeza. Se sintió tan estúpida… aunque trataba de zafarse, él sin ningún esfuerzo la mantenía en aquella postura. Buscó sus ojos para suplicar que dejase de jugar con su voluntad, pero no tuvo tiempo de decir lo que quería. Drystan tomó su barbilla con el índice y el pulgar de la mano que había tenido en su pecho un momento antes, y la besó con delicadeza.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La Reina (Parte II)

Si aún no has leído la primera parte, la tienes AQUÍ

[...] Sin embargo, la luz proveniente del hogar dejó ver a alguien que no esperaba.

      Drystan… —consiguió decir ella en un susurro—. ¿Sois vos?
      Sí, mi señora.
      ¿Cómo…
     Querida, prácticamente fui criado por mis tíos en este castillo. Conozco cada uno de los pasajes secretos —él sonrió con aquella boca que podría hacer que sus sentidos se nublasen—. Tenía ganas de hablar con vos, a solas.
    No creo que fuese necesario asustarme —ella se soltó de los reposabrazos y tomó una postura más relajada que duró poco al caer en la cuenta de que estaba en camisón—. Creo que durante el día…
      No, mi reina. Nadie debe saber que nos hemos visto en privado.

La Reina (Parte I)



 El viento y la lluvia golpeaban con fuerza el postigo del ventanal de la estancia de la reina. La chimenea estaba encendida y las llamas parecían bailar y reírse del clima exterior. Todos los objetos de la habitación destellaban en tonos cálidos y tenían alargadas sombras tan bailarinas como el fuego.

   La reina se encontraba sentada en una antigua mecedora de madera de nogal un tanto grisácea, cepillando su melena castaña y ondulada con un cepillo que le había regalado en la infancia una gran, y ya difunta amiga, Eda, la cual, después fue soberana del archipiélago sureño Uhn-Nurr. El mango y el contorno eran de plata, la parte trasera de nácar y las cerdas, de jabalí. Cada noche pasaba largo rato acicalando su cabello, antes de irse a dormir, tal y como ella le había recomendado. Aproximadamente, cien veces cada mitad de su abundante cabellera. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La posada de Ehna.



Una bella mujer llegó a la posada, contoneando su hermoso y voluptuoso cuerpo cubierto por un vestido de gasa más propio de una prostituta que de cualquier mujer que deseara que continuasen pensando en ella de forma decente. La cálida luz que entraba por los ventanales de cristales teñidos de amarillo le daba un aspecto dorado, casi etéreo.

Un hombre de cabello largo y blanco, de algo menos de cuarenta años, estaba sentado, como siempre, en la mesa del fondo,  con una jarra de vino dulce para acompañar un trozo de  bollo bañado en miel que había hecho para él Ehna, la posadera.

Su posada era la mejor de la zona, y servía muy bien las bebidas, pero cocinar no era lo que mejor sabía hacer, así que no estaba totalmente seguro de si había sido amable o cruel, ya que era la primera vez que intentaba hacer aquella receta. Por suerte, "eso" podía comerse sin problemas.

En esas fechas, la mayoría de los lugareños se iban a trabajar a la ciudad al otro lado del río, y gran parte de ellos pasaba allí las noches durante la jornada semanal, así que él era uno de los pocos clientes que tenía, y sin duda, el que más dinero había dejado allí, así que la anciana le trataba como a un hijo.

La mujer se acercó a la mesa, con aire alegre y desenfadado, haciendo retumbar sus pasos. Al llegar al lado del hombre de níveo cabello y ojos verdes como la hierba de la primavera, habló con un aire de satisfacción.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La pasión prohibida.



Él se deslizó entre sus piernas, ascendiendo despacio mientras recorría con la lengua la parte baja de su vientre. Dibujó un círculo con la lengua alrededor de su ombligo y continuó el ascenso hasta sus abundantes pechos, se detuvo en ellos y se incorporó para observarlos, maravillado. Al levantar la mirada se cruzó con la de ella, por primera vez percibió felicidad en aquellos enormes ojos del color de la miel. Sonreía, él sonrió también.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Un final, un comienzo.

Yo sabía que todo había terminado.

Hay un momento en el que comprendes que tu vida se ha acabado, que tienes frente a ti los últimos segundos antes de dejar de formar parte de este mundo.

En realidad no sentía miedo, hacía mucho tiempo que me estaba enfrentando a la muerte, podía sentir su aroma en cada rincón. Ella me rondaba y esperaba al momento preciso para atacarme, nublar mis sentidos y arrebatarme la vida, corta, pero intensa. Sí, el miedo había desaparecido, sólo quedaba curiosidad, las enormes ganas de saber lo que había.

Las creencias de mis padres me habían hecho creer en un paraíso para las personas que fueron  buenas. También me hicieron creer en el infierno para todas aquellas personas malvadas que no se arrepentían de sus pecados.

Conocí a personas que creían con fervor en que el alma abandona el cuerpo y simplemente se quedaba rondando a los seres vivos a los que aún se sentía atada.

Tenía al fin a la muerte frente a mí, podía distinguir una figura negra, y aunque no podía ver su rostro sabía que me sonreía, y yo quería que todo terminase. El dolor, la enfermedad, las preocupaciones de mis familiares, el sufrimiento de mi pareja y mis amigos.

Dolor.



   Todo el piso estaba despejado. Él se había asegurado a la perfección de dejarlo absolutamente vacío, sólo quedaban manchas oscuras en las paredes que mostraban que un día hubo cuadros y que el efecto del sol había gastado el color del papel pintado de la pared.

 Lo hacía por su bien, no quedaba nada que fuese suyo para no hacerle daño. ¿Qué podían importar unos cuantos objetos? El verdadero daño ya estaba hecho y no tenía remedio. Su corazón era ahora como un paraje yermo. Donde un día hubo un jardín de amor lleno de flores, ya no quedaba nada.

   No sabía que había sucedido, qué había hecho mal, en qué momento su relación había fallado tanto que finalmente había decidido abandonarla. No podía creer que de la noche a la mañana hubiese dejado de sentir algo por ella.