lunes, 14 de octubre de 2013

El despertar.



  La cama era cómoda, blanda y suave, con un dosel de madera de ébano, y mosquitera de gasa color ocre enredada en las barras inferiores de la estructura. La acarició despacio. Era la primera vez que sentía algo así, al menos que pudiese recordar. Recuerdos… estaban confusos, mezclados, perdidos. Él se incorporó en la cama apoyándose sobre su brazo derecho. Observó la habitación en silencio. La pared era de piedra rojiza, decorada con figuras de hierro pintado de negro, algunas representaban a guerreros del pasado, otras a las bestias que ellos enfrentaron, otras a reyes, damas, doncellas. Un espejo grande bien pulido con los bordes también de forjado, ocupaba gran parte del testero en el que se encontraba la puerta. Un jarrón de barro cristalizado y brillante se encontraba con la boca tapada por un trapo perfectamente doblado, seguramente porque contenía agua y querían evitar que se ahogase algún insecto en su interior. A juego con todo en la habitación, dos candelabros de pared con forma de dragones, tenían restos de velas agotadas.


 Dos cortinas de color naranja casi transparentes estaban sujetas de una barra, por supuesto, de hierro, se encontraban amarradas con un lazo de la misma tela, a las columnas que formaban el paso de la habitación a la terraza, dejando pasar la luz de la tarde. No hacía demasiado calor, pero aquel entorno resultaba cálido en sí mismo. Unas macetas sobre la baranda de mármol blanco aportaban un toque de frescura. No sabía dónde estaba, tampoco le importaba demasiado en ese preciso momento, lo verdaderamente importante era que seguía vivo y un sentimiento que le helaba la sangre le decía que no debería estarlo.

  Echó los pies al suelo, al tratar de levantarse la cabeza le dio vueltas y tuvo que agarrarse al colchón, mientras una punzada le atravesaba la parte izquierda del costado. Llevaba una venda liada que le cubría de las axilas a la cintura. Se le revolvió el estómago, pero no había comido y seguramente desde hacía bastante tiempo. No era capaz de recordar nada, ni por qué estaba herido, ni qué hacía en ese lugar... incluso su propio nombre se le enredaba en la mente. Suspiró profundamente, y se inclinó hacia delante, haciendo que su larga melena blanca cayera y tocase sus piernas delgadas, pero fuertes, que se encontraban desnudas, como todo él, excepto por el torso vendado. Tenía la sensación de que olvidaba algo, lo que quisiera que fuese que no conseguía recordar, era muy, muy importante. Lo sabía porque en su corazón sentía como un vacío acompañado de dolor, y aumentaba su congoja cuanto más trataba de recordar y cada esfuerzo era inútil.

  Miró por el balcón, hacia el horizonte, donde una enorme bahía con un modesto puerto pesquero, dejaba ver el hermoso Mar de Esmeralda, llamado así por el color de sus aguas, que en lugar de ser azules como la mayoría de los grandes mares y océanos, era de un verde intenso. Al final del mundo el mar se unía con el cielo, como dos amantes con sus cuerpos aún entrelazados después de hacer el amor.

   La cama era alta y sentado desde el borde podía ver los tejados de una parte de la ciudad. Estaba claro que aquello era al menos una tercera planta si podía divisar así el paisaje que era incapaz de reconocer. O tal vez lo conocía pero tampoco lo podía recordar. Hizo un esfuerzo, observó bien los tejados doblados, la mayoría de grandes tejas viejas oscurecidas con moho. Maldita cabeza que se obcecaba en no querer darle ninguna pista sobre nada.

   Se observó las largas manos, sus pequeños ojos verdes estaban protegidos por unas cejas rectas que le daban un aspecto siempre bondadoso. Se giró y observó su imagen apenas distorsionada en el gran espejo. Estaba bastante delgado, tal vez nadie apostaría a que tuviese fuerza alguna, pero quienes apostaran por eso se equivocarían.

  Un nuevo nudo en el estómago le hizo sentir ganas de vomitar, y al levantarse con esfuerzo para no llenar la alfombra sobre la que descansaba la cama, lo vio. El nudo subió hasta su garganta que fue incapaz de emitir ningún sonido y ahogó un grito que estalló en su pecho. Se dejó caer al suelo, hundió el rostro entre las manos y todos los sentimientos fluyeron a través de sus ojos en forma de lágrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario