viernes, 1 de noviembre de 2013

Dolor.



   Todo el piso estaba despejado. Él se había asegurado a la perfección de dejarlo absolutamente vacío, sólo quedaban manchas oscuras en las paredes que mostraban que un día hubo cuadros y que el efecto del sol había gastado el color del papel pintado de la pared.

 Lo hacía por su bien, no quedaba nada que fuese suyo para no hacerle daño. ¿Qué podían importar unos cuantos objetos? El verdadero daño ya estaba hecho y no tenía remedio. Su corazón era ahora como un paraje yermo. Donde un día hubo un jardín de amor lleno de flores, ya no quedaba nada.

   No sabía que había sucedido, qué había hecho mal, en qué momento su relación había fallado tanto que finalmente había decidido abandonarla. No podía creer que de la noche a la mañana hubiese dejado de sentir algo por ella.


   En realidad daba igual que el que un día fuese su hogar pareciera un desierto... sólo el olor del entorno... cerraba los ojos y ahí estaban los dos, en sus mejores momentos, riendo, viendo la televisión, escuchando música, leyendo libros, bailando...  lo tenía todo, lo que siempre quiso, un gran amor, un hombre capaz de sonreír ante cualquier adversidad, que cuidaba de ella, que le hacía estremecer con sólo rozar su piel, aún podía notar su calor... y ahora... nada, cuatro paredes que se echaban sobre ella como una sombra negra en la penumbra, que trataba de devorar sus entrañas.

   Sintió ganas de llorar, rogó que ese dolor cesara de una maldita vez, era una tortura recordarlo todo sabiendo que nada volvería jamás. No volvería a ver aquella sonrisa, las miradas de complicidad, tampoco volverían aquellas cosas que decían y que nadie más podía entender.

   Ninguna de las palabras de ánimo que había recibido en esos días era realmente válida e importante. La idea de un futuro mejor no le resultaba un consuelo, porque no era capaz de imaginar un futuro si no estaba a su lado. Realmente creía que era la persona de su vida y había decidido alejarse de la peor de las maneras, sin dar más señales, sin decirle si seguía bien o mal, negándose hasta a una simple amistad... ¿Por no herirle más? ¿Cuánto más se podía herir a alguien?

   Por mucho que las personas que le rodeaban le dijesen que el tiempo pasa, y como con las heridas físicas, las emocionales también se cerrarían, no lo quería creer, porque pensaba que su relación duraría para siempre, y que si él no estaba no habría felicidad. No estaba preparada, no lo vio venir. Los últimos años habían sido felices, él parecía feliz, y ella no tenía dudas al respecto, podría haber tocado el cielo con las manos y podría haber dormido sobre una nube. Jamás habían discutido y hacía tan poco tiempo él continuaba despertándole cada fin de semana con un delicioso desayuno preparado en una bandeja, con flores, y al abrir los ojos parecía sonreír con la mirada.

   Por primera vez en su vida pensó que lo mejor que podía hacer era aceptar ciegamente unas condiciones que a la larga solo le destruirían, tan solo porque volviese a tu lado. Sería capaz de dejarle hacer cosas que en situaciones normales todo el tiempo atrás había considerado aberraciones hacia su persona... sólo porque volviese a su lado. Todo porque le amaba, y podría humillarse como nunca... pero no puso condiciones, por más que suplicó, ninguna, no había oportunidades.

   Se dejó caer y rompió en llanto, apoyó las manos en el suelo, las lágrimas casi no le permitían verlas. Gritó, se revolcó por el suelo, pataleó dejando salir su frustración, su rabia, y pataleó hasta que se secaron las lágrimas y le abandonaron las fuerzas.

   ¿Ahora qué? Tenía su vida planificada, el cumpleaños de Martin, la boda de Greg y Johanna, visitas a museos, varios viajes: Liverpool, Newcastle, York, incluso París. 

   El teléfono sonó. Era Catherine, su mejor amiga, que esperaba en el coche.

   -Dime.
   -¿Has terminado ya con las cosas que te quedaban?
   -Sí.
   -Voy a subir para ayudarte a bajarlas.
   -No te preocupes, no me importa dar un par de viajes.
  -Si me importara no hubiese venido a acompañarte. Ya me ha parecido mala idea dejarte empaquetar las últimas cosas sola. Subo.

   Emily dejó la puerta del piso abierta, fue al baño y se lavó la cara. Al mirarse en el espejo sintió que en tan sólo dos semanas se le habían echado al menos cinco años encima. Catherine se apoyó en el marco de la puerta.

   -Has llorado.
   -No.
   -No era una pregunta, era una afirmación.
   -Es muy duro, Cat...
   -Lo sé. 
   -No esperaba que algo así fuese a suceder... nunca… y menos asi… 

   Catherine suspiró.

   -Nunca se sabe cuando pueden cambiar los sentimientos de las personas. Oye, tengo algo que decirte... me ha llamado Greg...
   -¿Para qué?
   -Parece ser que él se va.
   -No lo entiendo. ¿Dónde va?
   -Con su hermana.

   Emily se sentó en váter, se sentía confundida y un poco mareada, algunas veces se había imaginado quedando con él para poder conquistarle de nuevo, si se iba a otro país, cualquier posibilidad quedaba anulada.

  -¿Por qué?
 -Imagino que tampoco será fácil para él, y su hermana está lejos en estos momentos... siempre han estado muy unidos... imagino que es algo bastante normal.
 -No... para mi no es normal… acabamos de terminar los trámites…
 -Ya no es tu marido, y se va, no quiere reconciliaciones. Tienes que rehacer tu vida, Emily.
 -¿Cómo te sentirías si hubieses encontrado a tu media naranja, Cat? ¿Cómo te sentirías si tu vida con el hombre de tus sueños, en un hogar acogedor, con todo lo que siempre has querido tener se acabara?

Cat miró al suelo:

   -Ya viví eso, no te olvides de mi relación con Christopher… y no es el fin del mundo, te lo prometo.

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