lunes, 14 de octubre de 2013

El despertar.



  La cama era cómoda, blanda y suave, con un dosel de madera de ébano, y mosquitera de gasa color ocre enredada en las barras inferiores de la estructura. La acarició despacio. Era la primera vez que sentía algo así, al menos que pudiese recordar. Recuerdos… estaban confusos, mezclados, perdidos. Él se incorporó en la cama apoyándose sobre su brazo derecho. Observó la habitación en silencio. La pared era de piedra rojiza, decorada con figuras de hierro pintado de negro, algunas representaban a guerreros del pasado, otras a las bestias que ellos enfrentaron, otras a reyes, damas, doncellas. Un espejo grande bien pulido con los bordes también de forjado, ocupaba gran parte del testero en el que se encontraba la puerta. Un jarrón de barro cristalizado y brillante se encontraba con la boca tapada por un trapo perfectamente doblado, seguramente porque contenía agua y querían evitar que se ahogase algún insecto en su interior. A juego con todo en la habitación, dos candelabros de pared con forma de dragones, tenían restos de velas agotadas.